martes, 15 de junio de 2010

Cuando la gente nos quiera dejar: dejémosla ir

No hay que intentar convencer a los demás de quedarse con nosotros, amándonos, llamándonos, cuidándonos, viniendo a vernos, permaneciendo atados a nosotros. Es tiempo de que colguemos el teléfono. Cuando la gente nos quiere dejar, dejémosla ir. Nuestro destino nunca está atado a alguien que se fue. La Biblia dice que salieron de nosotros para que pudiese manifestarse que no eran parte de nosotros. Si lo hubiesen sido, sin duda hubiesen continuado con nosotros (1 Juan 2:19). La gente nos deja porque no están unidas a nosotros. Y si no están unidas a nosotros, no podemos retenerlas. Dejémoslas ir. Digamos adiós. Y no significa que son malas personas, simplemente significa que su parte en la historia se acabó. Y tenemos que saber cuando la parte de la gente en nuestra historia se acaba para no continuar intentando resucitar muertos. Necesitamos reconocer cuando se acabó. Debemos tener el don del "adiós". Dejemos de rogarle a la gente que se quede. ¡Dejémosla ir! Si estamos aferrados a algo que no nos pertenece y que nunca fue para nosotros, necesitamos ¡dejarlo ir! Si nos estamos aferrando a heridas ó dolores del pasado... ¡dejémoslos ir! Si alguien no nos trata bien, no responde a nuestro amor y no aprecia nuestro valor... ¡dejémoslo ir! Si estamos aferrándonos a algunos pensamientos de mal ó de venganza... ¡dejémoslo ir! Si seguimos juzgando a los demás para sentirnos mejor... ¡dejémoslo ir! Si estamos atrapados en el pasado y Dios intenta llevarnos a un nuevo nivel en Él... dejémoslo ir! Si seguimos intentando ayudar a alguien que no quiere siquiera ayudarse a sí mismo... ¡dejémoslo ir! Si hay una situación particular que estamos acostumbrados a manejar por nosotros mismos y Dios nos está diciendo: "quita las manos de encima", entonces necesitamos... ¡dejarla ir! "La batalla es del Señor!" Permitamos que el pasado sea pasado.
T. D. Jakes

No hay comentarios:

Publicar un comentario