Muchas veces en nuestras vidas nos hemos sentido como si hubiéramos caído en un hoyo y en uno muy profundo; pero este hoyo no necesariamente se debe de interpretar de forma literal. Este hoyo puede estar en lo más profundo de nuestro ser que no sólo se puede originar porque estamos inmersos en problemas o porque tenemos una vida desordenada o porque hemos cedido ante las tentaciones; podemos sentirnos atrapados a pesar de que llevamos una buena vida porque sentimos que no tenemos la felicidad suficiente, sentimos que algo nos falta y ese algo es fundamental para seguir viviendo. Es un hoyo, un vacío que va creciendo cada vez más porque no encontramos como salir. Nosotros como ser humanos estamos en la búsqueda para llenar ese vacío, ese espacio libre que varias veces es asfixiante porque no sabemos que poner en él. Por eso, vamos por el mundo, vamos por la vida buscando, averiguando la respuesta que no haga libres; esa libertad que es tan ansiada, nos podemos sentir tan atrapados con nuestras vidas, que muchas veces nos llevan a soluciones tan desastrosas porque ya no encontramos la suficiente fuerza para seguir viviendo.
Buscamos la solución es todos lados, la buscamos en todas partes; podemos refugiarnos en diversas religiones que no siempre brindan el suficiente consuelo que necesitamos. Por ejemplo, el budismo nos enseña a aceptar los problemas porque para buda todo es dolor y debemos aprender a vivir con ello ¿¡qué injusto suena eso no!? Pues sí es muy injusto, como este hombre en el video que en su vida pasaron muchos hombres y le dieron infinidad de consejos, pero no lograba salir, es decir, ninguno de ellos le sirvió para poder ser libre. A veces escuchamos a las personas decir “la vida es injusta”, “así es la vida”. Pero por qué, déjenme decirles que la vida no debe ser sinónimo de tristeza o de injusticia, nuestra vida puede ser tan feliz como la queramos, es que muchas veces nos refugiamos en los lugares equivocados.
Son varias las personas, mejor dicho somos todos los que buscamos sentirnos amados, cuidados, sentirnos protegidos; queremos que alguien se preocupe por nosotros en todo momento, en todo lugar y en toda circunstancia. Por eso, creemos que lo encontraremos buscando a nuestra pareja y vamos por el camino buscar a personas que nos llenen, buscamos a personas que nos amen porque sentimos ese vacío, ese algo que no nos deja en paz. Pero les tengo que dar una terrible noticia, a pesar de que encontremos a la pareja perfecta, ese vació no desaparece. Porque no hay ser humano que sea capaz de hacernos sentirnos tan amados, que nos cuide las 24 horas del día, que este pendiente de nosotros, que sepa cuando estamos tristes o alegres sin la necesidad de decírselo, que llore con nosotros en los momentos más difíciles ¡no hay hombre, ser humano en esta tierra que nos dé un abrazo cuando más necesitemos y que será cuando menos lo merecemos! Pero hubo un sólo hombre, sólo hay un ser, sólo hay alguien que puede cubrir eso, sólo hay un camino que nos lleva a la felicidad: Jesús.
No hay persona en el mundo que nos pueda llenar de tanta felicidad como lo hace Dios; sólo ÉL nos conoce sin que ni siquiera hayamos dicho una palabra. Él nos promete vida eterna y en abundancia, Él nos sirve como luz en nuestros caminos, Él es el agua que hace que nos sentimos como ríos de agua viva, sólo en ÉL podemos encontrar la felicidad, nadie más nos amó de tal manera que entregó su vida por nosotros, la entregó a pesar de que nos no conocía, la entregó no sólo por los que creían en él, sino también por los que creerían en él. Es increíble que alguien nos amé de esa manera sin siquiera conocernos. Sólo él pudo de ser capaz de ese sacrificio. Él se metió al hoyo sin importarle si se ensucia, si queda herido, si muere, sólo le importó que estemos a salvo; gracias a Jesús podemos encontrar salvación en nuestras vidas. ÉL es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Juan 1:29) porque pone su vida para luego tomarla; nadie se la puede quitar porque él la da voluntariamente, sólo él tiene poder para ponerla y recuperarla (Juan 10:18-19). Si entregamos la vida a Cristo en él encontraremos refugio, amor y consuelo; todo lo que necesitemos lo encontraremos en él. Sólo con ÉL podemos decir ¡soy libre!, sólo en Él podemos encontrar la paz que siempre buscamos. Porque ÉL se metió al hoyo y nos sacó.
Andrea V.
martes, 29 de junio de 2010
El hombre que cayó en un hoyo
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